Esta práctica, aparentemente inocente, despertó preocupación entre las autoridades porque, además de suponer un peligro para los peregrinos que se colgaban de las antenas para izar sus objetos, podía interferir en el funcionamiento de los equipos e, incluso, provocar daños en caso de temporal por el peso extra que debe soportar la estructura.
Seguirá la costumbre de quemar las ropas (lo que provoco un pequeño incendio durante el verano), de bañarse en la prohibida playa de Mar de Fora (hubo varios muertos) y el abandono de perros.
Son pequeños inconvenientes provocados por la gran afluencia de peregrinos, los cuales son en una inmensa mayoría gente muy agradable (he hablado con muchos), y muy respetuosa con la naturaleza (a la que admiran). Ellos son los que han sacado este año millones de fotos maravillosas de Fisterra, muchas de las cuales se pueden ver en este blog (a la izquierda, debajo de la foto de nuestra abuela Maria Marcote Boullosa).
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